De incrédulo a fervoroso practicante
D.
Francisco Del Pino Roldán testificó en 1992. «Antonio Roldán Salcedo,
nacido en 1885, abogado, fue el menor de once hermanos de una conocida familia
de Cártama. Murió a los 35 años, en 1920.
Vivió tiempo alejado de la Iglesia y con motivo de unas charlas del P. ARNAIZ
en la Catedral de Málaga, insistió su madre a Antonio para que asistiera a oír
al predicador, siquiera por curiosidad.
Al principio se negaba a ir y hasta contestó muy mal a su madre, pero
arrepentido por su falta de respeto le dijo: «si me prometes que nunca más
me vas a insistir para que vaya a escuchar
a ningún sacerdote, esta noche iré a escuchar al P. Arnaiz…»
Al día siguiente, cuando se disponía la familia a ir a la charla dice Antonio a
su madre: «te extrañará, pero esta noche voy también a oír al P.
Arnaiz». – ¡Hijo mío, es lo que más deseo, pero como te prometí…!
La tercera noche también fue con la familia y volvieron todos a la casa sin
Antonio que se había quedado en la sacristía hablando con el P. Arnaiz.
¿Qué pasó? Su vida se transformó totalmente y de incrédulo pasó a ser de Comunión
diaria y bajo la sabia dirección de un P. Jesuita de Madrid que le buscó el P.
Arnaiz, pues Antonio tenía allí su bufete, dio testimonio de fervoroso
creyente. Enfermo, dejó su bufete de abogado retirándose con su familia a
Cártama. Ya gravemente enfermo y coincidiendo con su onomástica, el trece de
junio de 1920, el P. Arnaiz, entonces en la residencia de Málaga, se desplazó a
la villa de Cártama donde le confesó y administró los últimos sacramentos. Dos
días después murió santamente hijo de la Iglesia. El P. Arnaiz dijo a su
afligida madre: «no llore Vd., porque Antonio se ha ido recto al cielo,
como un rayo».
En agradecimiento a lo que su madre llamaba «conversión de su hijo
Antonio», el P. Arnaiz dio una misión en Cártama de 15 días sufragada por
la familia Roldán-Salcedo.